VISUALIZACIÓN CURATIVA
Visualizar es imaginar, con la diferencia de que cuando hacemos algún
ejercicio de visualización debemos concentrar toda nuestra energía en lo que se
está imaginando para que tenga efectos claros.
Las técnicas de visualización se utilizan en
deporte para poder superar marcas, dar confianza y contra restar el estrés, son
tan potentes que se han venido usando en terapia como un modo de aliviar
dolores de todo tipo, sin embargo no es eso lo que nos interesa especialmente
aquí aunque se pueda dar el caso que la simple práctica de los ejercicios
produzcan estos efectos. Lo que importa es que la energía sigue a la mente y a
la intención, y esto nos sirve para crear los resultados bio-energéticos que
buscamos.
El rasgo más característico de la visualización
mental es que puede ir acompañado de cambios fisiológicos, efectos físicos
beneficiosos que no serían tan sorprendentes si nos acostumbrásemos a
considerar los aspectos mentales y los aspectos físicos como las dos caras de
un espejo al que llamamos cuerpo.
Ya somos conscientes de cómo influye la mente en el cuerpo, sobre todo
en lo referente a múltiples patologías, que las denominamos psicosomáticas. De
igual manera la mente puede crear
reacciones contrarias y dejar de sentir un dolor crónico de años, o por razones que desconocemos un tumor puede
entrar en recesión o desaparecer. Este fenómeno
suele atribuírselo al efecto placebo y a la sugestión, pero no se habla
del mecanismo que a tenido lugar hasta lograr este resultado curativo.
Un ejemplo de visualización curativa podría ser:
ELIMINAR LAS TENSIONES
Estoy tumbado con los ojos cerrados..... Me voy alejando de los ruidos y
prisas cotidianas..... Visualizo mi cuerpo como si lo estuviera mirando frente
a un espejo..... Hago un recorrido por el explorando las zonas en que hay más
tensión..... Hago un mapa de la tensión corporal..... Y también de las zonas
que siento con claridad y aquellas que apenas percibo, estas últimas
coincidirán casi siempre con zonas tensas..... Le otorgo el color rojo a las
zonas de tensión y un color azul a las zonas que siento relajadas, confecciono
así un mapa en color que muestra los territorios tensos y relajados de mi
cuerpo..... A partir de este instante comienzo a visualizar que con cada
respiración entra un aire azul, limpio, puro, relajante..... Conforme el aire
azul penetra en mi organismo relaja mi cuerpo, la tensión comienza a
disolverse..... Con cada espiración sale un aire rojo, la tensión se va, se
disuelve..... Entra un aire azul, relajante..... Expulso un aire rojo y con él
se va toda la tensión y las impurezas de mi organismo..... Entra un aire azul,
relajante..... Expulso un aire rojo y con él se va toda la tensión y las
impurezas de mi organismo..... Siento la relajación y la calma..... Me permito
permanecer en este estado unos momentos y me preparo para abandonar el
ejercicio..... Regreso a mi habitación, y tomo conciencia del estado de
relajación en que me encuentro, me doy cuenta que puedo volver a este ejercicio
para relajarme cuando lo desee, sé que mi imaginación es una fuente de calma
de tranquilidad y de paz.
La práctica cotidiana de la visualización hará que cada vez podamos ver mejor
las imágenes, no importa si al principio apenas podemos ver detalles o todo
aparece en blanco y negro, con la practica la relajación es más intensa y la
calidad de las visualizaciones mejor.
LA PIRÁMIDE
CURATIVA
Primero utilizamos una de las técnicas de relajación
física que ya hemos dado en los talleres anteriores, por ejemplo la técnica de
los interruptores.
Un vez conseguida la relajación, imaginamos que estamos
en un lugar maravilloso, en un día perfecto con el clima más adecuado para
sentirnos bien. En mi caso imagino que subo, paseando, una pequeña loma y que
una vez arriba, puedo ver un valle iluminado por un sol luminoso.
En el centro del valle, destaca una pirámide que brilla
de una manera particular. Bajo hasta encontrarme al lado mismo de ella, y así
puedo entender el misterio de su brillo. Toda ella está construida con bloques de cristal de roca
(cuarzo).
Toco la
pirámide y puedo sentir que lisas son las pareces, el frescor del cristal y la
perfección de las juntas de los bloques. Camino acariciando la pirámide hasta
llegar al ángulo que da lugar a otra de sus caras. En el centro de esa cara hay
una apertura en forma rectangular que permite entrar dentro de la pirámide.
Me adentro en la pirámide sin ningún miedo, como si ya
la conociera y tuviera plena confianza. Aunque la pirámide está construida de
cristal de cuarzo y por lo tanto deja entrar luz del exterior, la disposición y
ángulo de los bloques no permiten ver de dentro hacia fuera ni de fuera hacia
dentro, dando una total intimidad.
A mitad del recorrido hay una pequeña cámara con una
piscina, construida también con bloques de cuarzo, donde un pequeño manantial
de agua va llenándola y el sobrante desaparece por unas aberturas, generando un
sonido relajante que invita a meterse dentro. Unas toallas esponjosas blancas y
un suave albornoz de algodón, también blanco, me hacen entender que antes de
entrar debería bañarme y purificarme. Toco el agua y para mi sorpresa tiene la
temperatura adecuada a mis deseos.
Me despojo de mis vestimentas, me sumerjo en el agua y
puedo sentir su cualidad purificadora y como me revitaliza. Cuando siento que
ya he tenido bastante, salgo del agua, me seco y me pongo el albornoz (o túnica
de lino, o sin nada, a gusto de vuestra imaginación), y me dirijo al centro de
la pirámide.
En el centro de la pirámide me encuentro una amplia
estancia, sin nada más que un gran rectángulo semejante a un colchón con
grandes cojines que invitan a echarse y abandonarse al descanso. Una luz tenue
e irisiada envuelve la estancia. Algo me dice que debo echarme boca arriba y
esperar acontecimientos, y pocos minutos después, un extraño brillo en el
vértice de la pirámide me anuncia que algo va a pasar.
Un rayo de luz que surge desde arriba, me recorre el
cuerpo de arriba abajo y de abajo arriba escaneándome. Tras una breve pausa,
donde parece decidir la actuación mas adecuada, una serie de rayos de luz de
diferentes colores deciden donde situarse en el cuerpo, la intensidad y el
color adecuado para hacer el equilibrio o la curación. Cierro los ojos y me
dejo envolver por ese juego de luces y colores, sabiendo que su misión es
buscar la armonía y el equilibrio energético del cuerpo y la mente.
Pasados unos minutos el proceso ha terminado y la pirámide deja de emitir luces. Decido
levantarme y volver a la estancia de la
piscina para volver a vestirme. Salgo de la pirámide con una vitalidad
renovada, y subo de nuevo hacia la loma desde donde puedo contemplar en su esplendor
a la pirámide.
Sé que siempre estará ahí para cuando la necesite, que
forma parte de mi y de mi consciencia, y con esa sensación decido bajar y
volver a mi estado de relajación, tomar de nuevo conciencia respiratoria y corporal.
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