Hace ya mucho
tiempo, cuando era más jovencito, comencé a hacer prácticas de meditación y me
encontré con mi primer gran obstáculo: La falta de voluntad.
En teoría la práctica
meditativa era más poderosa al amanecer, que la mente está más descansada y la
energía del momento es más propicia. Pero yo no tenía voluntad para levantarme
temprano y meditar.
Recuerdo que me
compré un libro para aumentar mi fuerza de voluntad. Tras las primeras páginas
donde se exponían las bases para el trabajo de la voluntad, se daban los pasos
para comenzar a ejecutarla, y el primer ejercicio era “Levantarse temprano al
amanecer”. Aún puedo recordar lo parado que me quede y el hartón de reír que me
dio después. Cerré el libro y nunca más lo volví a mirar.
Actualmente los que
me conocen me tienen por alguien voluntarioso, que hace muchas cosas y tiene
mucha constancia. Pero sigo siendo un gran perezoso.
Para vencer la pereza
encontré un gran aliado: “La motivación”
Todo lo que me esfuerzo en hacer, se mantiene gracias a un
sincero y profundo deseo, envuelto en una razonada motivación.
La motivación es una
gran fuerza interior que nos hace avanzar en la vida, que nos moviliza y
transforma el pensamiento en acción.
Lo que nos motiva
debe importar lo suficiente para estar dispuesto a dedicarle un esfuerzo y un
tiempo.
Cuando un deseo en
acción requiere un esfuerzo, tenemos que crear una adecuada motivación y
alimentarla día a día, potenciándola y dándole sentido hasta integrarla como
parte de nuestro ser.
El pensamiento dará energía a la acción y la acción continua
genera el hábito, con el hábito el esfuerzo
es menor, e incluso con el tiempo dejara de ser ningún esfuerzo y puede
convertirse en un placer, entonces esa será la mayor motivación.
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